Continuo con la serie de post sobre los valores judeocristianos en al cultural occidental hoy haciendo un paralelismo entre las dos orillas del Atlántico.
Como introduje en el primer post de esta serie, en sus artículos, el periodista norteamericano DENNIS PRAGER, nos cuenta como, a su juicio, el modelo Europeo de valores se esta desmarcando del modelo norteamericano. Para Prager, los EEUU basan su modelo político-social en los valores judeocristianos, mientras que Europa (y la Unión Europea, en particular) lo hacen en el laicismo. Así, la
extensión del laicismo (el abandono de los valores judeocristianos como base de la vida publica y la actuación política) es el
verdadero motivo de distanciamiento en el plano internacional entre Europa y los EEUU.
EL COMIENZO DE LA SEPARACIÓN
La civilización occidental se sustentó a lo largo de los últimos dos siglos en una
separación nominal (por lo menos en lo relativo a principios) entre lo político y lo religioso, también entre la moral y el derecho, como reacción al colapso (XVI-XVIII) de un modelo, el teocentrista medieval y su evolución el Estado-nación absolutista, que no consiguieron responder a los problemas y evolución de las sociedades europeas y, mayormente, de las sociedades de las colonias en América. Dos factores, en mi opinión, fueron fundamentales en este colapso:
1) El choque de los colonos con nuevos pueblos y culturas, rompiendo la visión unidireccional de la realidad que tenían los europeos;
y 2) el debilitamiento del poder de los Estados nación sobre los territorios de ultramar, que abrió paso a la constitución de nuevas comunidades políticas por primera vez desde finales del Imperio Romano y que sirvió de experimento para las modernas teorías políticas contractualistas.
Sin embargo, estas nuevas naciones o comunidades postcoloniales no partieron de cero. En la elaboración de sus principios básicos estaba presente todo el bagaje cultural e histórico de sus antepasados europeos. Este fenómeno tuvo su reflejo en la Europa continental desde finales del XVIII hasta finales del XIX con las revoluciones liberales. Pero en el viejo continente la resistencia del poder absolutista fue mayor que en América.
El rechazo al Antiguo Régimen (en especial en la Francia revolucionaria)
se entendió en Europa como el rechazo a unos valores, los judeocristianos, mientras que en las colonias, sobre todo de Norteamérica, se entendió como una evolución o reelaboración de esos principios en la búsqueda, en un nuevo modelo político y social. Así, en la Declaración de Independencia de los EEUU, al hacer referencia a Dios no estaba apelando a credo religioso particular (a modo de un estado teocrático), sino a la justificación última de los derechos y principios que reconoce como inviolables y dice defender: democracia y libertad. Los valores de la democracia y la libertad no se entenderían sin ese origen y ese fundamento religioso y, evidentemente, no hubieran sido posibles desde una posición relativista. Una ligera critica he de hacer a la exposición de Prager, pues es algo benévolo con la historia de los USA (tal vez por que los primeros antepasados de los judíos norteamericanos llegaron al país a principios de siglo XX), pero, desde sus comienzos, los EEUU han experimentado una importante confrontación entre las tradiciones puritana y liberal, cuyo punto culminante tuvo lugar durante la Guerra Civil de 1860 que enfrento el Norte y el Sur
[i].
LA EUROPA RELATIVISTA Y ESTATALISTA FRENTE A LOS LIBERALES EEUU
Durante la Guerra Fría, Europa occidental se alio con los EEUU en su lucha contra la Unión Soviética y en defensa de la democracia y los derechos humanos frente totalitarismo comunista,
lo razonable hubiera sido que la libertad se viera fortalecido y desarrollado dentro de sus fronteras. Esto fue cierto solo en parte. Al tiempo que se luchaba en todos los frentes contra la amenaza comunista, los estados nacionales asumieron mas y más funciones que deben corresponder a la sociedad civil. Tanto los partidos conservadores, obsesionados con el mantenimiento de la seguridad publica y la “paz social” amenazadas por las actividades de la izquierda radical, como los socialdemócratas, que intentaban diferenciarse del comunismo aceptando el sistema democrático constitucional, pusieron en practica políticas intervencionistas. La libertad fue convirtiéndose mas en una excusa que la practica real de algunos gobiernos. Los individuos fueron convirtiéndose cada vez mas instrumentos del poder político que se supone debían proteger sus derechos.
La caída de la Unión Soviética, auspiciada a tres bandas por la acción política de
REAGAN,
TATCHER y el VATICANO
[ii], despertó a Occidente a una realidad ignorada hasta entonces en beneficio de la lucha contra el comunismo, la de los inmensos estados burocráticos creados desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y el estancamiento de las economías nacionales consecuencia de las políticas intervencionistas. La verdadera globalización económica
[iii] contrariamente a lo anunciado por la izquierda radical y la derecha cavernícola trajo el progreso y la mejora de las condiciones de vida de millones de seres humanos mucho más rápido que cualquier planificación desde los poderes públicos. Por otro lado, la opinión publica en occidente desvió su mirada de la liberada Europa del Este hacia los
conflictos desatados en Oriente Medio y África la mayoría consecuencia directa de la, tan bien intencionada como penosamente ejecutada, descolonización, auspiciada por las Naciones Unidas.
El fin del mundo bipolar (EEUU-URSS) obligó a muchos políticos a replantearse cual era el nuevo papel de los Estados, así como de las organizaciones internacionales o supranacionales.
Con este panorama mundial,
la elección de los EEUU fue, tanto durante la era
Bill Cinton como en la actual presidencia de
George W. Bush, ponerse del lado de
la libertad y la democracia. Los esfuerzos bélicos y diplomáticos se dirigieron a aquellos lugares del mundo donde ambas estuvieran amenazadas. Desde Kuwait a Somalia, pasando por Yugoslavia y Kosovo hasta ahora con Afganistán, Sudan e Irak la acción de las administraciones norteamericanas ha conseguido limitar o eliminar el poder de tiranías que vulneraban de las formas más crueles los derechos humanos así como dañar o acabar con grupos criminales y terroristas que amenazaban a Occidente. Tampoco conviene olvidar que sin libertad política tampoco puede haber libertad económica. Las dictaduras de Oriente Medio y África son dadas al proteccionismo y al control estatal de los principales sectores de producción. La amenaza bélica es utilizada por las naciones vecinas como excusa para no proceder a medidas democratizadoras, y la escalada bélica subsiguiente frena el desarrollo económico de estos países. La democratización de estas regiones es un paso necesario y urgente para el progreso de sus sociedades. EEUU ha venido siguiendo esta doctrina, especialmente en los últimos años desde finales de la Guerra Fría.
Por su parte,
Europa ha ido perdiendo maniobra en este nuevo escenario, incapaz de crear una única voz que defina cual será el papel del Viejo Continente, y cada vez parece mas un mero espectador de la realidad internacional. La expresión Vieja Europa se hace patente como si del fracaso de una gran empresa que hubiese ignorado los avances tecnológicos y la sociedad de la información, se tratase. Frente a los EEUU, Europa ha optado por
reforzar sus modelos estatales en la dirección de un mayor control sobre las economías internas, en consecuencia el crecimiento en Europa es cada vez menor e incluso unos EEUU en crisis superan cualquier indicador europeo en tiempos de bonanza. Los procesos de recuperación son cada vez más largos y las políticas comunes y el proteccionismo comercial europeo ignoran la nueva realidad que es la globalización de la economía. En esta isla en que se esta convirtiendo el continente europeo,
España fue la única nación que desde la segunda mitad de la década de los noventa mantuvo un crecimiento constante y significativamente elevado para un país que, desde la Revolución Industrial
[iv] a la Democracia, siempre a llegado tarde a la Historia. Deberíamos reflexionar sobre ello.
No separado de la perspectiva económica esta la visión política y moral de Europa. Prager acierta cuando critica el relativismo moral, la sustitución de los juicios sobre principios morales por juicios de oportunidad política (lo importante es lo más beneficioso para adquirir o conservar el poder) y apelaciones al sentimentalismo, es decir, que las posibles soluciones a los conflictos sociales (paro, delincuencia,...) no se tomen desde un análisis racional sino emocional. Esto ha derivado en la creación de una nueva
religión civil, el ESTADO. Así, muchos ciudadanos (los nuevos súbditos) aceptan de forma “cuasi” patológica cualquier decisión que provenga de las instituciones del Estado y lleven el sello de los responsables políticos del momento. El Estado se convierte en el
único referente moral y ético de sus vidas. La actitud de los lideres de la inmediata posguerra mundial quienes iniciaron la Comunidad Europea y las Naciones Unidas con la buena voluntad de contribuir la Paz y la Democracia, podría verse justificada por la situación internacional de aquellos momentos. Los actuales dirigentes, al prolongarse en las actuaciones erróneas de sus antecesores del siglo XX, cometen, en cambio, un profundo error político y vital, que supone ir contracorriente respecto lo que nos dicta un repaso, aunque sea superficial, a los males del siglo XX.
LA CRISIS DE LA DEMOCRACIA EUROPEA Y NECESIDAD DE UN NUEVO PROYECTO
Para avalar esta tesis señalare lo que a mi juicio son dos fenómenos objetivamente observables en las sociedades democráticas europeas contemporáneas:
1) La cada vez más
deficiente e ineficaz actuación de los
poderes públicos bajo la dirección los actuales políticos europeos (véanse los casos de Schroeder y Chirac) incapaces de solucionar los problemas a los que se enfrentan sus países a pesar de recurrir una y otra vez al sacrosanto
intervencionismo estatal.2) El aumento de la
inestabilidad interna de los sistemas democráticos, donde la alternancia electoral se entiende como carta de naturaleza para proceder a cambios constitucionales
[v]. Los gobiernos de turno han aprovechado para favorecer a unos colectivos sociales progubernamentales frente a otros que no lo son, estos últimos reaccionan a su vez contra los primeros por sentirse atacados en sus derechos. A esto se ha unido un
resurgimiento de la extrema derecha mas allá de lo testimonial.
Podemos extraer un ejemplo de ambas situaciones de las
Elecciones a la Presidencia de la República Francesa del año 2002. El estancamiento económico, la crisis del estado burocrático, el tratamiento demagógico de la inmigración, aprovechados mezquinamente por unos y otros a la derecha y la izquierda del espectro político, fueron una constante en los últimos años de la vida publica francesa, lo cual propicio el surgimiento de un partido fascista, el Frente Nacional de
Jean Marie Le Pen, con opciones de gobierno en municipios y regiones de algunas zonas del país por primera vez desde el fin de la IIª Guerra Mundial. La culminación de este despropósito colectivo llegó con las elecciones presidenciales, donde Le Pen alcanzo la segunda vuelta frente al conservador gaullista
Jacques Chirac. Chirac gano con mas del 80% de los votos emitidos. Aquello fue presentado como una lección de madurez y fortaleza del sistema democrático francés, nada más incierto. Le Pen nunca debió llegar hasta ahí si los partidos democráticos franceses hubieran ejercido responablemente con su papel. Además, que un sujeto tan embriagado por el poder como Chirac, envuelto en múltiples casos de
corrupción[vi], saliera fortalecido y legitimado de esta forma no debió ser motivo de orgullo. Para neutralizar al fascismo se había creado un monstruo político de dimensiones aun no suficientemente definidas, alguien que ha conseguido salirse con la suya en todo sus propósitos (o despropósitos) liberticidas, primero dividiendo Europa (IRAK) y luego conquistándola (Constitución Europea).
El penúltimo paso en el
descalabro moral y filosófico de Europa como Federación, de Estados nación de estados o lo que se quiera llamar,
ha sido la redacción de una
Constitución que perpetua en todos muchos de los errores expuestos. Desde su redacción por parte de un “corpus corporativus” en el peor ejemplo de la “democracia orgánica” que es en lo que consistió la Convención presidida por el ex Presidente Francés
Valéry Giscard D'Estaing[vii], pasando por el mas que discutible sistema de ratificación por los estados, y llegando hasta el contenido del propio texto constitucional,
una pesadilla burocrática, plagada de proclamas y aspiraciones imposibles de asegurar desde los poderes públicos, pero que otorga las prerrogativas necesarias para que estos tomen decisiones interviniendo en el libre desarrollo de la economía y la sociedad. También cabe resaltar el descafeinado
Preámbulo en el que se pasa por encima de las
raíces cristianas de Europa (lo que no seria impedimento para que cualquier país pudiese formar forme parte de la Unión Europea mientras fuese una democracia y respetase los derechos humanos)
[viii] que suena a revisionismo histórico de la peor escuela.
Concluyendo esta parte, el fallo en la construcción de la Europa del siglo XXI esta, bajo mi punto de vista, en una generación de políticos que han confundido pedagogía (posible desde los poderes públicos) con adoctrinamiento y moralización de la sociedad. Una máxima liberal es que los cambios sociales (en cuanto las costumbres o usos sociales) no pueden imponerse desde los poderes públicos, no solo por que sea ilegitimo, liberalmente hablando, sino porque es contraproducente desde el punto de vista de la gobernabilidad del propio sistema. Olvidar lo que significa que nuestras sociedades sean democracias liberales, es decir, aquellas con un sistema formal democrático, pero al servicio de unos valores y derechos subjetivos que representan las aspiraciones legitimas de sus miembros, y cuyos textos constitucionales son consecuencia de un contrato social previo al Estado,
seria un error. Estas premisas deberían dejar claro que es legitimo y que no cuando proviene del Estado y los poderes públicos. A principios del siglo XXI asistimos, en Europa, a una preocupante y progresiva inversión de los valores de la democracia liberal, que
nos aleja de los valores morales defendidos tanto en las
Dos Guerras Mundiales como durante los
40 años que Occidente sufrió la
amenaza del comunismo soviético. Por eso, todo lo anteriormente expuesto debería ser un aviso de lo peligroso que puede ser el alejamiento de nuestros principios más básicos y del compromiso con la libertad frente a las amenazas tanto externas (el terrorismo fundamentalista) como internas (el estancamiento de las economías nacionales y la reducción de las libertades individuales). Nazismo y comunismo fueron el legado que el relativismo moral nos dejo para el siglo XX, no lo repitamos otra vez.
UNA LECTURA DIFERENTE DE LAS ELECCIONES ESTADOUNIDENSES DE 2004
A razón de cómo en los últimos años los
EEUU han experimentado un refuerzo de los valores judeocristianos, Prager
(que es un judío formado en un ambiente universitario e intelectual pro-demócrata, pero votante republicano desde hace 10 años
[ix]) redacto
este otro artículo que creo tiene relación con el tema tratado en este, ya largo post, diría ensayo. En él señala algunos posibles motivos de la derrota de
John Kerry, candidato demócrata a presidencia federal,
con relación a su posicionamiento respecto de los
fundamentos morales de la sociedad americana. El hecho de que su proyecto no calase entre una mayoría de norteamericanos, ni siquiera entre muchos votantes tradicionales del Partido Demócrata, es, para el periodista, fruto de la indefinición y, a veces, irresponsables opiniones en temas centrales en la vida de los estadounidenses como para ser frivolizados durante la campaña electoral solo para conseguir unos cuantos votos radicales. En línea con lo expuesto por Prager, imputar la victoria de los republicanos liderados por
George W. Bush, de forma simplista,
a una revolución conservadora moralizante (que en todo caso, consecuencia o reacción a una ola moralizante desde otros extremos del espectro político e ideológico) es un
error en el que han incurrido la mayor parte de comentaristas y periodistas a este lado del Atlántico. La lectura de los resultados debe ser más profunda, y tiene que ver con el modelo ultimo de sociedad que queremos, y si este podrá subsistir si finalmente se aparta de valores tan fundamentales como lo son
la vida, la propiedad, la familia, el trabajo o la responsabilidad individual. Apelar a la fractura de la sociedad norteamericana para afirmar lo contrario es desconocer que en EEUU no vota casi el 50% de la población. Que existe una lucha ideológica es evidente, pero quien por ahora parece reflejar mejor la preocupación de los norteamericanos por los valores tradicionales de su nación es el partido Republicano. El partido demócrata debería tomar nota de ello.