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LA FRASE

"Los españoles pertenecemos a la categoría de colectivos a los que tradicional e históricamente preocupó mucho más la diferencia de clases y la injusticia socialque las libertades individuales.

Se perdona mal a los ricos y empresarios la ostentación y el agravio, mientras que los funcionarios públicos pueden difundir secretos, realizar escuchas, propagar infamias y otras mil maneras pergeñadas para el abuso del poder."

UN TOQUE LIBERAL

miércoles, febrero 21, 2007

George Washington, Aznar y Zapatero

“Como primer presidente de Estados Unidos sentó el precedente que define lo que significa ser un ejecutivo constitucional: fuerte y enérgico, consciente de los límites de su autoridad pero defendiendo las prerrogativas de su cargo. Como escribió un delegado a la Convención, los amplios poderes de la presidencia no habrían sido tan grandes "si muchos de los miembros no hubiesen tenido los ojos puestos en el general Washington como presidente; ellos moldearon sus ideas acerca de los poderes que se le debían otorgar al presidente por la opinión que tenían sobre las virtudes de Washington".

Y el ingrediente principal de todas estas cosas era el carácter moral, algo que Washington se tomaba muy en serio y que dio a su poder de decisión una calidad profundamente prudente y a su autoridad una magnanimidad incomparable. "Su integridad era pura, su justicia la más inflexible que he conocido nunca, no había motivos de consanguineidad, amistad u odio que fueran capaces de influenciar en su decisión", observó posteriormente Jefferson. "En efecto, era, en todo el sentido de la palabra, un hombre sabio y bueno, un gran hombre".

No es una coincidencia, por tanto, que el legado más importante de Washington llegara en los momentos de tentación, cuando tuvo ante sí la seducción del poder. Dos veces durante la Revolución, en 1776 y nuevamente en 1777 cuando el Congreso se vio forzado a abandonar Filadelfia ante el avance de las tropas británicas, se le concedió al general Washington poderes prácticamente ilimitados para mantener la campaña bélica y preservar la sociedad civil, poderes no muy distintos de los asumidos en épocas anteriores por dictadores romanos. Él cargó con la responsabilidad pero devolvió esa autoridad tan pronto como fue posible.

Después de la guerra, hubo llamamientos para que Washington exigiese el poder político de manera formal. En efecto, siete meses después de la victoria en Yorktown, uno de sus oficiales sugirió lo que muchos pensaban que era más que razonable dentro del contexto del siglo XVIII: que Estados Unidos debería establecer una monarquía y que Washington debería convertirse en rey. Un Washington horrorizado rechazó sin más la oferta de forma inmediata considerándolo algo inapropiado y deshonroso, exigiendo que nunca más se volviera a tocar el tema.”

Es un recurso fácil el hacer paralelismos entre figuras políticas, más cuando estas vivieron circunstancias y habitaron tiempos tan diferentes de los actuales. No obstante, la glosa que Matthew Spalding dedica a George Washington, el que fuera 1er Presidente de los Estados Unidos, me sirve para hablar de un tema que parece hemos olvidado en los últimos tiempos: la ética del gobernante.

Por mi parte, desearía que los limites al poder político fuesen siempre de índole legal, pero mientras no sea así, mientras existan ámbitos para la discrecionalidad (y puede que sea imposible su total erradicación) es obligación del ciudadano en democracia el valorar la integridad moral de sus representantes, más aun la de su Presidente del Gobierno. Al comparar a los dos últimos presidentes españoles, José María Aznar y José Luis Rodriguez Zapatero, observamos lo que diferencia a unos hombres de otros en su forma de percibir el ejercio del poder político.

Casi sin excepción, Aznar demostró gran integridad en el ejercicio del cargo, con un respeto a las instituciones y una fe en España como nación y en sus gentes inaudita en nuestro país. Sobre Aznar se levantan más sombras relacionadas con lo que
no hizo en materia de reformas que sobre su actitud personal hacia el poder. Podrá criticarse la forma de designar a su sucesor, Mariano Rajoy, pero al fin y al cabo esto sigue siendo un asunto de partido y no tanto de Estado. También se habla sobre su endiosamiento a raíz de la Guerra de Irak, que marcaria la etapa final de su segunda legislatura, pero suponiendo que tuviera que pagar sus errores, ya lo ha hecho con la antipatía de un buen número de españoles y algún que otro repaso de periodistas afines como Losantos y Pedro J.

Pero en todo su magnificencia, teniendo como tenia, un poder tan grande: mayoría absoluta, una economía saneada, un papel internacional cada vez mas destacado,… se mantuvo en la decisión de no volver a presentarse como candidato a la Presidencia. Al igual que Washington, llevaba ya tiempo avisando a propios y extraños de que no aspiraría a una nueva reelección, ni a un poder perpetuo, aunque eso fuera lo que otros muchos españoles quisieran. Como Washington, se resistió a todas y cada una de las maniobras orientadas a convencerle de lo contrario. No funcionaron.

En cambio, en donde no se atisba ni de lejos una ética del estilo de la washingtoniana es en Zapatero. Aún no acabada la primera legislatura, todas sus declaraciones públicas desde el 14 de marzo de 2004 evidencian que se presentara a la reelección, en uso del "derecho a dos legislaturas" que tendría todo presidente. Pero, ¿y después?

Cuando escuchabamos las alocuciones de Aznar desde el atril del Congreso podía esperarse algo de arrogancia, pero en sus intervenciones institucionales y entrevistas con los medios no era difícil entrever a alguien que creía de verdad en su papel como servidor público. Zapatero, con su cara amable parlamentaria (aunque se le empieza a ver el plumero) demuestra por lo general una arrongacia extrema en la distancia corta. Puede que sea la forma en que llego al poder, en medio del mayor atentado teorrista que hemos sufrido. En las entrevistas que le hacen los medios afines reluce un rencor y un odio soterrado hacia la derecha política que nunca se le vio a Aznar hacia la izquierda, y nada que ver con el fair play washingtoniano, quien debio bregar con los partidarios de Hamilton y Jefferson. Es más se presupone que varios de los ministros de Aznar continuaron políticas de los socialistas (en Economia y Exterior), algunas además contrarias a su propio programa electoral (servicios secretos; pacto con los partidos nacionalistas, Justicia). Por su parte el gobierno de Zapatero se lanzo, desde el primer momento, a la destrucción del legado de Aznar, como paso previo y necesario para destrozar el legado de la Constitución democratica del 78. De la sucesión leal a la transformación institucional y social en toda regla.

Pero volviendo al plano más intimo, el ético, Zapatero no se ha pronunciado sobre sus planes de futuro, no ha dicho que va ha hacer dentro de un tiempo. Está clara su intención de permanecer una legislatura mas, pero ¿solo una? Cuando habla de que el “proceso de paz”, por poner un ejemplo, será largo, no dice si piensa en acabarlo él o lo dejará a un sucesor, de su partido o de otro; si fuese de su mismo partido ¿quién sería ese sucesor? cuando va dejando tras de si a las personas más valiosas que le rodeaban. En cuanto a la ética, por desgracia, Zapatero se acerca más a la orbita de personajes como Chávez o Castro que a la de Washintong.

Si nos remontamos a los tiempos de otra pareja de opuestos políticos: Adolfo Suárez y Felipe González,  cuyas diferencias eran tan grandes como entre Aznar y Zapatero; Suárez, que fue fundamental para la Transición de la Dictadura a la Democracia, abandono el poder voluntariamente cuando creyó que no podría hacer mas por el país, rechazando continuar en la poltrona gracias al crédito adquirido, fue el líder indiscutible del primer "centro político", con un prestigio y un carisma inigualable entre votantes de izquierda y derecha (en eso fue más que Aznar, aunque también menos efectivo como líder). Su sucesor, Felipe González, su opuesto politico durante años, no vaciló en presentarse a una tercera legislatura, aún cuando el descrédito de su labor de gobierno era ya enorme, y solo a la cuarta intentona, la anticipada de 1996, fue expulsado del poder precisamente por Aznar. Gonzalez abandono, por fin, el Palacio de la Moncloa, pero no la priemera línea política, para eso habría que esperar un año mas cuando Aznar lo destrozó metaforicamente durante el Debate sobre el Estado de la Nación de 1997, en un formato que el socialista había creado para su mayor gloria (en EEUU que el Presidente se dirigiera las Cámaras no fue aceptado hasta muchos años despues de la fundación).

Pero seria injusto concluir que cuanto mas se acerca uno a la izquierda mayor es gusto por el poder y menos ganas de abandonarlo se tienen (aunque a veces lo parezca). Tenemos ejemplos tambien a la derecha del espectro político de quienes no se baja del sillón ni a tiros, véase si no Manuel Fraga, quien en su irresponsabilidad opositora fue culpable de 13 años ininterrumpidos de hegemonia socialista.
 
No nos engañemos, el poder corrompe y cuanto más se tiene mas corrompe. Todo político, que se supone está sometido a la vigilancia del pueblo y de las leyes, puede con facilidad escaquearse de su responsabilidad aprovechando el vacío legal o la pasividad ciudadana. Por eso una ética mínima sobre el poder es necesaria entre nuestros representantes públicos. Sus opiniones sobre el poder o los limites del gobierno, mas allá de lo que algunos desconfiemos de que el Estado puede hacer pocas cosas útiles por todos nosotros, son importantes. Incluso los más liberales de entre ellos deben ser claros al respecto (nunca lo serán del todo). Solo en esas opiniones puede y debe hacerse una primera elección del líder de un país. Que menos que el poder tener un poco de seguridad en que la persona que asume la presidencia sea alguien que este dispuesto, y lo exprese claramente, a desprenderse del poder por razones de higiene moral. En otras cosas podremos discrepar, pero no en que en Aznar tuvimos un presidente así, fue un poco Washington. De Zapatero, ni creo, ni espero, lo mismo, y sino tiempo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Washington'g'?

Alberto Neira dijo...

Ya esta arreglado, sorry. Problemas de no tener contratado un corrector de errores.