Antes de entrar en valoraciones concretas me gustaría hacer un poco de historia. Tras la 2ª Guerra Mundial, Francia puso en marcha la que es su ya V República desde aquella inadecuadamente mitificada Revolución Francesa. Charles De Gaulle, a la postre héroe en el exilio frente a la ocupación Alemana, fue el encargado por los franceses de levantar un nuevo Estado que tapara las vergüenzas de una IV República que, primero, se sumió en el caos político y, segundo, acabo claudicando ante el ejercito nazi. De Gaulle sabia que Francia necesitaba partir de cero, volver a reconstruir el mito de Libertad, Igualdad y Fraternidad y, como casi todos los países europeos de posguerra, el eje sobre el que hacerlo fue el de un Estado fuerte y director, nacionalizando todos los grandes sectores de producción, creando un cuerpo leal de funcionarios, reconstruyendo las fuerzas armadas sobre la base de una exagerada por los historiadores Resistencia Francesa, hasta convertir el país en cabecera de la Europa Continental.
Por su parte, la Comunidad Económica Europea (iniciada con el Tratado de la CECA y continuada con el EURATOM y el TCCE[1]) fue un intento mas o menos tímido de articular una Europa basada en relaciones pacifica entre estados a través del comercio, y no en la guerra o la amenaza de la guerra. No entrare en aquello que decía Sun-Tzu de que “los Negocios son la Guerra”, porque en algo no andaba equivocado, sin embargo, la finalidad perseguida se consiguió por lo menos para aquellos países que quedaron al oeste del “Telón de Acero“, protegidos bajo en paraguas nuclear norteamericano. Si uno ha de creer lo escrito en aquellas fechas la Comunidad Europea pretendía empezar por crear un “Mercado Común Europeo”, a la postre, un lugar donde progresivamente las libertades económicas[2] se fueran abriendo camino en la medida que se superaran las heridas y daños causados por medio siglo de conflictos bélicos a gran escala. El objetivo era poco ambicioso, un libre mercado solo para Europa, pero era un buen comienzo, teniendo en cuenta la desculturización democrática que había en su seno y la proliferación de amenazas exteriores (principalmente del socialismo real soviético). Pero estos principios liberales no ocultaban el gran defecto o déficit de este modelo de construcción europea: la dirección desde arriba, desde las élites políticas nacionales. Si esta actitud paternalista de la construcción europea era entendible en una sociedad de posguerra, no puede serlo hoy día, en plena “era de la globalización económica” [3] donde los ciudadanos europeos pueden (otra cosa es que quieran) forjarse una opinión fundada sobre como deben llevar sus vidas. La dirección política ya no es aceptable, ni recomendable.
Es aquí donde cobra mayor relevancia el actual proceso de ratificación de la Constitución Europea. Varios países lo han hecho a través de sus parlamentos, hurtando el debate ante la opinión publica, sin embargo otros estados se han arriesgado a que la población se pronuncie sobre el texto. Los referénda tanto español como francés y los futuros de Holanda e Inglaterra van dibujando el panorama una Europa con la que no se siente identificado el ciudadano de a pie, un texto que es incapaz de sustraerse a las interpretaciones a la luz de las circunstancias internas de cada país. No ayudo que la Convención Redactora actuara de espaldas a los gobernados, a quienes se les presenta La constitución para su acatamiento.
Mucho se dice sobre la calidad y la altura del debate en Francia, permítanme ser escéptico, dudo que el texto en si haya sido profundamente discutido (ente otras cosas por su extensión y múltiples contradicciones) sino que la lectura mas acertada que puede hacerse aquel que no es ciudadano francés es la profunda decadencia de su sistema político y del desarme de su sociedad civil a manos de los partidos políticos (camino del que vamos en España como no espabilemos). Turquía, el liberalismo, el antinorteamericanismo, la inmigración, etc, son meras pantallas. Como decía al principio de esta anotación los franceses han edificado su país en el ultimo medio siglo sobre lo que rimbombantemente se denomina “Modelo Social”. Este modelo, lejos de llevar a Francia a las mas altas cuotas de bienestar, solo ha hecho retroceder año tras año las espectativas de su poblacion. Las grandes empresas publicas, deficitarias todas ellas, siguen siendo su sostén económico, la solución al desempleo pasa por ampliar el cuerpo de funcionariado, y la posición internacional de Francia deja mucho que desear en cuanto a transparencia y compromiso democrático, desde Marruecos hasta el África Subsahariana pasando por Oriente Medio. Sobre todo esto los franceses guardan riguroso silencio, ¿para qué decir nada?, se han acostumbrado a vivir con ello. Es mas, la reacción instintiva de gran parte del electorado ha sido volverse contra Europa, contra la Unión Europea. Es ella y no su inoperante y apoltronada clase política e intelectual, la culpable de todos sus males. Y no le falta algo de razón a su argumento. La Comunidad Económica Europea fue un impulso de Francia y Alemania, ansiosas de superar los problemas que ellas mismas y sus imperios habían causado a lo largo de 2 siglos en el corazón de Europa, pero desde luego no estaban dispuestas a perder el liderazgo moral y político, como se demostró con el Tratado de Maastrich de 1992: la Unión Política era el siguiente paso y Europa debía avanzar con ellos o no habría Europa. La ultima década del siglo XX, cuando las amenazas exteriores comenzaron a difuminarse, saco a la luz todos los defectos mencionados, la paja dejó ver el grano, y países como Inglaterra y España que habían acelerado sus reformas estructurales se convirtieron en referente para los analistas y expertos internacionales y algo a imitar por las naciones liberadas del yugo comunista que querían formar parte del club europeo. El retroceso del peso de Francia y Alemania en la dirección de la Unión exigía un golpe de efecto, la Constitución Europea. A él se sumaron todos los países europeos cegados por la obsesión de muchos por crear un contrapoder a los Estados Unidos, sin pensar si ese era el camino correcto. Precisamente todos los defectos de la visión paternalista de Europa que se llevan arrastrando, políticas comunes y el arancel común exterior entre otras, están aun presentes y con la nueva constitución adoptarían carta de naturaleza.
A quien creer cuando se dice que esta Constitución es ultraliberal, a quienes no son, ni serán nunca liberales, o a los que si lo somos. Porque no conozco un solo liberal que no mire con recelo, mas bien con cierta hostilidad el Tratado, porque perpetua en aquellos de los peores vicios de la Unión Europea y la actual clase política que la sustenta. En Europa estamos inmersos en una lucha ideológica, pacifica pero trascendental, entre socialdemócratas, conservadores y liberales, por ver cual es el camino a seguir. Trasladar los defectos nacionales a las instituciones europeas no es la solución (tanto el NO como el SI francés representan estos errores). Como liberal, demócrata y europeista que me siento, el camino adoptado con esta “Constitución” (tanto en el fondo como en las formas) deja mucho que desear y no contribuye a crear una Europa fuerte, competitiva y abierta al mundo, sino cerrada, estancada económicamente y desprovista de peso político y moral. Aun quedan 2 largos años en los que pude pasar de todo, incluso una involución de Europa. Toda salvación del proyecto Europeo pasa porque las élites de Alemania y Francia, especialmente, y de los demás países europeos se giren hacia los problemas de sus ciudadanos y empiecen a preocuparse por levantar una Europa donde el individuo y sus derechos importen, donde los europeos nos reconozcamos porque podamos ir libremente de un país a otro a trabajar, a crear riqueza y hacer progresar el continente, no hay mayor solidaridad ni integración que esta. Europa tendrá una identidad no porque un texto mas o menos farragoso lo diga, ni porque las instituciones comunes adquieran mas influencia y competencias, ni porque se establezca una Carta de Derechos redundante con las Constituciones de sus Estados miembros. Lo será por que sus valores sean observados, admirados y, finalmente, seguidos en toda la Tierra. Es ahí donde empieza a construirse Europa, desde los cimientos.
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[1] El tratado de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero de 1951, el Tratado Europeo para la Energía Atómica de 1957, Tratado Constitutivo de las Comunidades Europeas de 1957.
[2] Libertad de circulación y establecimiento de personas, bienes, mercancías y capitales.
[3] La discusión ya no se circunscribe a un mercado regional, ahora la visión de la economía tiene un alcance global, se estudia y analiza globalmente sin que por ello desmerezcan los estudios regionales, pero que son ya insuficientes en muchos aspectos. El Mercado Libre es mundial.
2 comentarios:
Excelente anotación y gran bitácora. ¿Cómo es que he tardado tanto en descubrirla? (vista en Desde el exilio).
Por cierto, que sepas que has sido "abducido"
http://untoqueliberal.blogspot.com/atom.xml
Gracias "maty".
Ya me he dado un paso por tu web. Muy currada e intersantisimos articulos para aquellos que, como yo, somos de letras pero no nos resistimos al impulso de las nuevas tecnologias. Para cuando termine examenes remodelare la seccion de enlaces y la añadire (junto a otros que tengo esperando).
Un saludo liberal.
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