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LA FRASE

"Los españoles pertenecemos a la categoría de colectivos a los que tradicional e históricamente preocupó mucho más la diferencia de clases y la injusticia socialque las libertades individuales.

Se perdona mal a los ricos y empresarios la ostentación y el agravio, mientras que los funcionarios públicos pueden difundir secretos, realizar escuchas, propagar infamias y otras mil maneras pergeñadas para el abuso del poder."

UN TOQUE LIBERAL

miércoles, febrero 28, 2007

Lectura: El cálculo económico en el sistema socialista (por Ludwig Von Mises) (y 2)


LA ORGANIZACIÓN DE LA PRODUCIÓN BAJO EL SOCIALISMO

1. La Socialización de los Medios de Producción

Todos los medios de producción pertenecen a la comunidad bajo el Socialismo. La comunidad dispone de ellos y decide en qué forma utilizarlos en la producción. La comunidad produce, los productos retornan a la comunidad, y ésta decide qué se va a hacer con ellos.

Los socialistas modernos, especialmente aquellos de tendencias marxistas, dan mucha importancia a designar como Sociedad a la comunidad socialista y a describir la transferencia de los medios de producción al control de tal comunidad como "socialización de los medios de producción". La expresión es aceptable en sí, pero no en el sentido en que se la utiliza, ya que permite ocultar uno de los principales problemas del Socialismo.

La palabra "sociedad" —y su adjetivo correspondiente "social"— tiene tres significados distintos. Primero, implica la idea abstracta de interrelaciones sociales, y segundo, la concepción concreta de la unión de los individuos mismos. Entre estos dos significados completamente diferentes, el lenguaje corriente ha adoptado un tercero: la sociedad abstracta se personifica en expresiones tales como "sociedad humana" o "sociedad civil".

Marx emplea el término con todos sus significados, lo que no importaría si dejara muy en claro la distinción. Pero hace justamente lo contrario. Los intercambia con la destreza de un prestidigitador si lo estima necesario. Cuando se refiere al carácter social de la producción capitalista, está empleando el término "social" en el sentido abstracto. Cuando habla de la sociedad que sufre durante los períodos en crisis, se está refiriendo a la sociedad personificada de la humanidad. Pero cuando habla de la sociedad que expropiará a los expropiadores y socializará los medios de producción, está hablando de un sindicato social de hecho. Y todos los significados se intercambian en los eslabones de sus argumentos cada vez que tiene que probar lo imposible de probar. La razón para ello es evitar el término "Estado" o su equivalente, ya que ese término les suena mal a todos aquellos que aman la libertad y la democracia, cuyo apoyo es necesario inicialmente para los marxistas. Un programa que entregara al Estado la responsabilidad general y la dirección de toda la producción no sería aceptado entre aquella gente. Es por ello que el marxismo tiene que encontrar en todo momento una fraseología que disfrace la esencia del programa, que logre esconder el abismo que separa a la democracia del Socialismo. No habla muy bien de los hombres que vivieron durante las décadas previas a la Guerra Mundial, el hecho que no supieran detectar tales sofismas.

La moderna doctrina del Estado entiende por "Estado" una unidad autoritaria, un aparato de compulsión caracterizado, no por sus metas, sino por su forma. Pero el Marxismo ha limitado arbitrariamente el significado de la palabra "Estado" para que no incluya al Estado Socialista. Sólo se denominan "Estados" aquellos estados o formas de organizaciones estatales que despiertan el disgusto de los escritores socialistas.
Para la organización futura a la cual aspiran, el término es rechazado furiosamente, por deshonorable y degradante. Se le llama "Sociedad". En esta forma la democracia social marxista podría al mismo tiempo contemplar la destrucción de la maquinaria del Estado existente, combatir ferozmente todos los movimientos anarquistas y desarrollar una política que llevara directamente a un estado omnipotente[i].

No importa en lo más mínimo qué nombre se da al aparato coercitivo de la comunidad socialista. Si empleamos la palabra "Estado", tenemos un término de uso corriente —excepto para la poco crítica literatura marxista—, una expresión que es generalmente comprendida y que evoca la idea que se intenta evocar. Pero no hay inconveniente en evitar tal término, ya que despierta sentimientos encontrados en mucha gente, y en reemplazarlo por la palabra "comunidad". La elección de la terminología es simplemente cuestión de estilo y no tiene importancia práctica.

Lo que sí es importante es el problema de la organización de este Estado o comunidad socialista. Cuando se trata de la expresión concreta de la voluntad del Estado, la lengua inglesa ofrece una distinción más sutil, permitiendo el uso del término gobierno en vez del de estado. Nada más indicado para evitar el misticismo extremo inspirado por las costumbres marxistas en ese sentido. Porque los marxistas se refieren locuazmente a expresar la voluntad de la sociedad, sin dar la menor indicación acerca de cómo la "sociedad" procedería a actuar. Sin embargo, la sociedad sólo puede actuar a través de aquellos órganos que ha creado.

Del concepto mismo de la comunidad socialista se desprende que el órgano de control debe ser unitario. Una comunidad socialista sólo puede tener un órgano definitivo de control que combine todas las funciones económicas y gubernativas. Evidentemente se podría subdividir y podría haber oficinas subordinadas a las cuales transmitir instrucciones definitivas. Pero la expresión unitaria de la voluntad común, que es el objeto esencial de la socialización de los medios de producción y de la producción misma, necesariamente implica que todas las oficinas encargadas de la supervisión de diferentes asuntos estarán subordinadas a una oficina. Esta tendrá la autoridad suprema para resolver todas las variaciones del objetivo común y unificar la meta ejecutiva.

Cómo se constituye y cómo logra expresarse la voluntad común a través de ella resulta secundario en la investigación de nuestro problema específico. No importa que tal órgano sea un príncipe absoluto o una asamblea de ciudadanos organizada como democracia directa o indirecta. No importa en qué forma concibe ese órgano su voluntad y cómo la expresa. Para nuestros propósitos debemos considerarlo real y no necesitamos gastar más tiempo pensando si podrá cumplirse, cómo podrá lograrse o si el Socialismo estará condenado a desaparecer porque es irrealizable.

Al comienzo de nuestra investigación deberemos postular que la comunidad socialista no cuenta con relaciones exteriores. Abarca el mundo entero con todos sus habitantes. Si la concibiéramos como limitada, de manera que sólo abarcara una parte del mundo y los habitantes de ella, deberemos suponer que no tiene relaciones económicas con los territorios y con los pueblos ajenos a esos límites. Discutiremos el problema de la comunidad socialista aislada. Las implicancias de la existencia contemporánea de varias comunidades socialistas las discutiremos cuando hayamos estudiado el problema general a fondo.

2. El Cálculo Económico en la Comunidad Socialista

La teoría del cálculo económico demuestra que en la comunidad socialista es imposible el cálculo económico.

En cualquiera empresa grande los departamentos individuales son independientes en cuanto a su contaduría. Pueden presupuestar el costo de materiales y de obra de mano, y resulta posible que un grupo individual efectúe un balance separado y sume los resultados de su actividad en cifras. Es así como es posible asegurarse cuán eficientemente han funcionado los departamentos por separado y tomar las decisiones correspon dientes respecto a la organización, limitación o expansión de dichos departamentos o la creación de nuevos departamentos. Naturalmente es inevitable que se produzcan algunos errores en tales cálculos. Ellos surgen en parte de la dificultad para fijar los costos de funcionamiento. Otros errores surgen de la necesidad de calcular en base a informaciones indefinidas, por ejemplo: cuando se calcula la posibilidad de ganancias de ciertos procesos, la depreciación de la maquinaria utilizada se determina adjudicando a esa maquinaria cierto plazo de vida útil. Pero todos esos errores pueden mantenerse dentro de límites estrechos que no influyen en el resultado total del cálculo. La duda que queda es atribuida a la incertidumbre de las condiciones futuras, inevitables en cualquier estado de cosas.

Parece natural, entonces, preguntar por qué los diferentes departamentos de producción de una comunidad socialista no podrían manejar cuentas separadas en la misma forma. Pero eso es imposible. Las cuentas separadas para un solo departamento de una misma empresa sólo son posibles cuando se establecen en el mercado precios de toda clase de bienes y servicios, dando una base para los cálculos. Allí donde no hay mercado no existe el sistema de precios, y allí donde no hay sistema de precios no puede haber cálculo económico.

Algunos pensarán que es posible permitir el intercambio entre los diferentes grupos de empresas para establecer un sistema de relaciones de intercambio (precios) y crear así una base para el cálculo económico dentro de la comunidad socialista. Sería posible organizar departamentos de industrias con administración separada dentro del marco de un sistema económico unitario que no reconoce la propiedad privada en los medios de producción, sometidos, naturalmente, a la suprema autoridad económica, pero capacitados para transferirse mutuamente bienes y servicios por un precio calculado en un medio común de intercambio. Así es como concibe la gente la organización productiva de la industria socialista cuando se habla de socialización completa y cosas semejantes. Pero nuevamente se evade el punto decisivo. Las relaciones de intercambio de bienes de producción sólo pueden establecerse en base a la propiedad privada de los medios de producción. Si el Sindicato del Carbón entrega carbón al Sindicato del Hierro, puede fijarse el precio sólo si ambos sindicatos son propietarios de los medios de producción de la industria. Pero eso ya no sería socialismo sino sindicalismo.

Para aquellos escritores socialistas que aceptan la teoría del valor de la mano de obra, el problema es, naturalmente, muy simple.

Dice Engels: "Apenas la sociedad toma posesión de los medios de producción y los aplica a la producción directamente social, la obra de mano de todos, por diferente que sea su utilidad específica, pasará a ser de inmediato obra de mano directamente social. La cantidad de trabajo social inherente a cualquier producto no requiere ser confirmada en forma indirecta; la experiencia diaria demostrará cuánto trabajo será necesario como término medio. La sociedad puede fácilmente calcular cuántas horas de trabajo requiere un motor a vapor, un hectolitro de trigo de la última cosecha o cien metros cuadrados de paño de cierta calidad. Evidentemente, la sociedad tendrá que averiguar cuánta obra de mano es necesaria para la fabricación de cada artículo de consumo. Tendrá que basar sus planes en un estudio de los medios de producción con que puede contar, y claro que la fuerza de trabajo cae dentro de esa categoría. La utilidad de los diferentes bienes de consumo comparados entre sí y contra la obra de mano necesaria para su producción determinará finalmente el plan a seguir. El pueblo decidirá fácilmente todo, sin la intervención del tan mentado valor"[ii].

No nos interesa repetir aquí los argumentos críticos contra la teoría del valor de la obra de mano. Sólo nos interesa en cuanto nos sirvan de ayuda para juzgar la posibilidad de hacer de la obra de mano la base del cálculo económico dentro de una comunidad socialista.

A primera vista parecería que los cálculos basados en la obra de mano toman en cuenta las condiciones naturales de la producción, como también las condiciones que surgen del elemento humano. El concepto marxista del tiempo de mano de obra socialmente necesario considera la ley de los rendimientos decrecientes en cuanto a resultados de diferentes condiciones naturales de producción. Si la demanda por un bien aumenta y hay que explotar condiciones naturales menos favorables, también aumenta el tiempo social necesario para la producción de una unidad. Si se descubren mejores condiciones de producción, entonces baja la porción de trabajo social[iii]. Pero eso no basta. La computación de los cambios en los costos de trabajo marginal sólo toma en cuenta las condiciones naturales hasta donde influyen en los costos de trabajo. Más allá de eso, el cálculo del trabajo falla. Por ejemplo, deja fuera el consumo de factores materiales de producción. Supongamos que el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir dos bienes P y Q es de diez horas, y que la producción de una unidad de P y Q exige el material A, una unidad del cual requiere una hora de trabajo socialmente necesario, y que la producción de P involucra dos unidades de A y ocho horas de trabajo, y la de Q una unidad de A y nueve horas de trabajo. En el cálculo basado en tiempo de trabajo, P y Q son equivalentes, pero en el cálculo basado en el valor, P debería ser más valioso que Q. Este primer cálculo es falso. Sólo el último corresponde a la esencia y objetivo del cálculo económico. Es cierto que ese exceso con que P sobrepasa a Q, este substratum material "es proporcionado por la naturaleza sin ayuda del hombre"[iv]; pero siempre que sólo esté presente en cantidades tales que pase a ser un factor económico, también tiene que entrar en alguna forma en el cálculo económico.

La segunda deficiencia de la teoría del cálculo de trabajo es que no toma en cuenta las diferencias en la calidad del trabajo. Todo trabajo humano es económicamente homogéneo para Marx, porque siempre es "el gasto productivo del cerebro, músculos, nervios, manos, etc., humanos". "El trabajo especializado es tan sólo el trabajo simple intensificado, o mejor dicho multiplicado, de manera que una pequeña cantidad de trabajo especializado equivale a una mayor cantidad de trabajo simple". La experiencia demuestra que esta solución de trabajo especializado a trabajo simple sucede constantemente. Un bien podrá ser el producto de trabajo altamente especializado, pero su valor lo iguala con el producto del trabajo simple y representa sólo una cierta cantidad de trabajo simple[v]. Boehm- Bawerk tenía razón al describir este argumento como una genialidad de sorprendente candidez[vi]. Al criticarlo, puede convenientemente dejarse en suspenso el posible descubrimiento de una medida fisiológica unitaria de todo trabajo humano, tanto físico como "mental". Porque es un hecho que entre los mismos hombres existen diferencias de capacidad y de conocimientos que dan como resultado distintas calidades en los bienes y servicios producidos. Lo que finalmente resulta decisivo para la solución del problema de la factibilidad de emplear el trabajo como base para el cálculo económico es la interrogante acerca de si es posible asimilar diferentes clases de trabajo a un denominador común sin una evaluación de los productos por los consumidores. Es evidente que el argumento esgrimido por Marx sobre este punto ha fracasado. La experiencia demuestra que los bienes se intercambian sin considerar si son producto del trabajo especializado o del trabajo simple. Esto sólo probaría que una cantidad definida de trabajo simple es igual a una cantidad definida de trabajo especializado, siempre que se demuestre que la fuente del valor de intercambio fue el trabajo. Cosa que no se ha podido probar y es exactamente lo que Marx se dedicó a demostrar. El hecho que en el intercambio haya surgido una nueva relación entre el trabajo especializado y el trabajo simple bajo la forma de tasas de salario, punto al cual no se refiere Marx, no aporta una prueba de esa homogeneidad. Este proceso de igualación es el resultado del movimiento de mercado y no depende de la previa suposición. Los cálculos basados en el costo de la obra de mano, más que en valores monetarios, tendrían que establecer una relación puramente arbitraria para reducir el trabajo especializado a trabajo simple, lo que haría de ellos un instrumento inútil para la organización económica de los recursos. Por mucho tiempo se pensó que la teoría del valor del trabajo proporcionaba la base ética necesaria para la exigencia de socializar los medios de producción. Sabemos que fue un error. Aunque la mayoría de los socialistas han adoptado tal punto de vista y aunque el mismo Marx, con su opinión abiertamente no-ética, no pudo deshacerse de él, es evidente que, por una parte, las exigencias políticas de introducir el método socialista de producción no necesitan ni reciben apoyo de la teoría del valor del trabajo; mientras que, por otra parte, aquellos que piensan en distinta forma respecto a la naturaleza y causa del valor pueden también tender al socialismo. Desde otro punto de vista, empero, la teoría del valor del trabajo sigue siendo un dogma para los que abogan por el método socialista de producción. La producción socialista dentro de una sociedad basada en la división del trabajo sólo parece practicable si existe una unidad objetiva reconocida del valor, lo que permitiría el cálculo económico en una comunidad sin intercambio ni dinero. Y el trabajo parecería ser lo único que serviría ese propósito.

3. Las Recientes Doctrinas Socialistas y los Problemas del Cálculo Económico

El problema del cálculo económico es el problema fundamental del Socialismo. El hecho que durante décadas se haya hablado y escrito sobre Socialismo sin tocar tal problema demuestra claramente lo funestos que fueron los efectos de la renuencia de Marx de estudiar científicamente la naturaleza y el funcionamiento de una economía socialista[vii].

Probar que el cálculo económico sería imposible dentro de la comunidad socialista es probar también que el Socialismo es impracticable. Todo lo que se ha dicho a favor del Socialismo, durante los últimos cien años, en miles de discursos y artículos, toda la sangre derramada por sus partidarios no hacen del Socialismo algo que funcione bien. Las masas podrán desearlo ardientemente, se podrán producir revoluciones y guerras, pero nunca triunfará. Cada tentativa por implantarlo llevará al sindicalismo, o por otro camino, al caos, que muy pronto disolverá la sociedad, basada en la división del trabajo, en pequeños grupos
autosuficientes.

El descubrimiento de este hecho es evidentemente muy poco conveniente para los partidos socialistas, y socialistas de todo tipo han intentado refutar mis argumentos e inventar un sistema de cálculo económico para el Socialismo. No han tenido éxito. No han podido presentar un solo argumento que yo ya no hubiera descartado[viii]. Nada ha logrado descalificar las pruebas de que el cálculo económico es imposible bajo el Socialismo[ix].

Las tentativas de los bolcheviques rusos de hacer del Socialismo algo de la vida real y no un simple programa de partido, no se han enfrentado con el problema del cálculo económico bajo el Socialismo porque las Repúblicas Soviéticas existen en un mundo que crea precios en dinero para todos los medios de producción. Los gobernantes de las Repúblicas Soviéticas basan en esos precios los cálculos de acuerdo a los cuales toman sus decisiones. Si no fuera por esos precios, sus acciones carecerían de objetivos y de planificación. Sólo pueden calcular, llevar libros de contaduría y hacer planes si tienen como referencia ese sistema de precios. Su posición es la misma que la del estado y de las municipalidades socialistas de otros países: no ha surgido aún para ellos el problema del cálculo económico socialista. Las empresas estatales y municipales calculan en base a los precios de los medios de producción y de bienes de consumo que crea el mercado. Pero sería precipitado deducir que porque existen empresas estatales y municipales, es posible el cálculo económico socialista.

Sabemos que las empresas socialistas de un solo rubro de producción resultan únicamente porque reciben ayuda de su entorno no socialista. El estado y las municipalidades pueden mantener sus empresas propias porque los impuestos pagados por las empresas capitalistas cubren sus pérdidas. En la misma forma, Rusia ya se habría derrumbado si no hubiera sido apoyada financieramente por los países capitalistas. Pero mucho más importante que esta ayuda material prestada por la economía capitalista a las empresas socialistas es la asistencia mental. Sin las bases para el cálculo que el Capitalismo pone a disposición del Socialismo bajo la forma de precios de mercado, las empresas socialistas no podrían mantenerse, ni siquiera en rubros únicos de producción o en países individuales.

Los escritores socialistas podrán seguir publicando libros acerca de la decadencia del Capitalismo y el advenimiento del milenio socialista; podrán describir los males del Capitalismo en tonos dramáticos y compararlos con tentadores informes de las bendiciones de una sociedad socialista. Sus escritos podrán seguir impresionando a los insensatos, pero todo eso no cambiará el destino de la idea socialista[x]. El intento de reformar al mundo en tal sentido podría destruir la civilización, pero nunca lograría establecer una comunidad socialista que resultara exitosa.

4. El Mercado Artificial como Solución para el Problema del Cálculo Económico

Algunos entre los socialistas más jóvenes creen que la comunidad socialista solucionaría el problema del cálculo económico mediante la creación de un mercado artificial para los medios de producción. Reconocen que fue un error de los viejos socialistas el tratar de establecer el Socialismo por medio de la suspensión del mercado y de la abolición de los precios fijos para los bienes de orden más elevado. Sostienen también que fue un error ver en la supresión del mercado y del sistema de precios la esencia misma del ideal socialista. Insisten en que si no queremos caer en un caos sin sentido en el cual desaparecería nuestra civilización, tanto la comunidad socialista como la comunidad capitalista deberían crear un mercado en el que todos los bienes y servicios tengan su precio. En base a ese arreglo, creen que la comunidad socialista podría hacer sus cálculos tan fácilmente como los empresarios capitalistas.

Desgraciadamente, aquellos que apoyan esas proposiciones no ven (o no quieren ver) que no es posible el divorcio entre el mercado y sus funciones como regulador de precios, del rodaje de una sociedad basada en la propiedad privada en cuanto a medios de producción, en la cual y de acuerdo a las reglas de tal sociedad, los propietarios, capitalistas y empresarios pueden disponer de su propiedad en la forma que les parezca mejor. Porque la fuerza impulsora de todo el proceso que crea los precios de mercado para los factores de producción es la incesante búsqueda de los capitalistas y empresarios por aumentar sus ganancias acatando los deseos de los consumidores. Sin el esfuerzo de los empresarios (incluyendo a los accionistas) por aumentar sus ganancias, los propietarios sus rentas, los capitalistas los intereses y los trabajadores sus salarios, sería imposible que funcionara con éxito el mecanismo. Sólo la perspectiva de una buena ganancia lleva a la producción hacia esos canales en los cuales la demanda del consumidor se satisface al menor costo. Si la perspectiva de ganancias se pierde, falla el resorte que mueve el mecanismo del mercado, porque es esa perspectiva la que lo mueve y lo hace funcionar. Es así como el mercado constituye el punto focal del orden capitalista de la sociedad; es la verdadera esencia del Capitalismo. Sólo es posible bajo el Capitalismo, y no puede ser imitado "artificialmente" bajo el Socialismo.

Los que abogan por el mercado artificial opinan, sin embargo, que se puede crear un mercado artificial instruyendo a los contralores de las diferentes unidades industriales a actuar como si fueran empresarios de un estado capitalista. Sostienen que hasta en un régimen capitalista, los gerentes de las sociedades de accionistas trabajan no para ellos mismos, sino para las compañías, es decir, para los accionistas. Por lo tanto sería posible para ellos actuar en la misma forma, con la misma circunspección y dedicación al deber. La única diferencia sería que bajo el Socialismo el producto del trabajo del gerente iría a la comunidad y no a los accionistas. Es así como, en contraste con todos los socialistas que escribieran en el pasado sobre el tema, especialmente los marxistas, ellos creen que sería posible construir un Socialismo descentralizado, a diferencia del Socialismo centralizado.

Para poder juzgar tales proposiciones es necesario reconocer que, en primer lugar, esos contralores de las unidades industriales individuales tendrían que ser designados. Bajo el Capitalismo, los gerentes de las sociedades de accionistas son designados directa o indirectamente por los accionistas. Dando a esos gerentes el poder para producir por medio de las acciones de la compañía (de los accionistas mismos), ellos están arriesgando su propiedad o parte de ella. La especulación (porque es una especulación) puede tener éxito y originar ganancias, pero también puede fallar y causar la pérdida de todo o parte del capital. Este riesgo de poner el propio capital a disposición de una empresa cuyo resultado es inseguro, y de hombres cuya habilidad y capacidad no está probada, aunque se conozcan sus actuaciones anteriores, representa la esencia misma de las empresas de accionistas.

Constituye una absoluta falacia suponer que el problema del cálculo económico en la comunidad socialista se refiere sólo a asuntos de rutina diaria para los gerentes de las sociedades de accionistas. Es obvio que tal creencia sólo puede surgir de la concepción exclusiva de un sistema económico estacionario, sistema que, indudablemente, permite solucionar muchos problemas teóricos, pero que no tiene contrapartida en la vida real y que en forma excluyente podría llevar a error. Es evidente que en condiciones estacionarias no surge el problema del cálculo económico. Cuando pensamos en la sociedad estacionaria, pensamos en una economía en la cual todos los factores de producción están utilizados en tal forma que, en las debidas condiciones, proporcionen el máximo de las cosas más solicitadas por el consumidor. Es decir, bajo condiciones estacionarias no existe el problema que requiera el cálculo económico para su solución. La función esencial del cálculo económico ya ha sido efectuada "por hipótesis". No hay necesidad de un aparato calculador. Para emplear un término popular, pero insatisfactorio, podríamos decir que el problema del cálculo económico es de dinámica económica; no es un problema de estática económica.

El problema del cálculo económico es una situación que surge en una economía que está cambiando perpetuamente, una economía que se enfrenta cada día con nuevos problemas que hay que resolver. Ahora bien, para resolver esos problemas es necesario, antes que nada, que se retire el capital de ciertas líneas de producción, de ciertas empresas particulares, para ser aplicado a otras líneas de producción, a otras empresas. No es asunto de los gerentes de las sociedades de accionistas, es esencialmente asunto de los capitalistas, aquellos que venden y compran acciones, que efectúan préstamos y que los recuperan, que hacen depósitos en los bancos y los retiran, que especulan con toda clase de bienes. Son estas operaciones de capitalistas especuladores las que crean las condiciones en el mercado del dinero, en las bolsas de comercio y los mercados al por mayor, que tienen que ser aceptadas por el gerente de la sociedad de accionistas, el que, de acuerdo a los escritores socialistas que estamos analizando, debe concebirse nada más que como el empleado confiable y concienzudo de la compañía. Son los capitalistas especuladores los que crean la información que él tiene que ajustar a sus asuntos y que, por lo tanto, definen la dirección de sus operaciones comerciales.

De todo esto se desprende que la deficiencia fundamental de todas aquellas construcciones socialistas que invocan el "mercado artificial" y la competencia artificial para solucionar el problema del cálculo económico, estriba en que se basan en la creencia de que el mercado para los factores de producción sólo es afectado por los productores que venden y compran bienes. Es imposible eliminar de esos mercados la influencia del abastecimiento de capital por parte de los capitalistas y la demanda de capital por parte de los empresarios sin destruir el mecanismo mismo.

Frente a esta dificultad, el socialista probablemente propondrá que el Estado socialista, como propietario de todo el capital y de los medios de producción, sencillamente aplique el capital a aquellas empresas que ofrecen más ganancias. El capital disponible, sostendrá, debería destinarse a aquellas empresas que den más ganancias, pero eso significaría simplemente que los gerentes menos cautos y más optimistas recibirían capital para expandir sus empresas, en tanto que los gerentes más escépticos y más cautos no obtendrían nada. Bajo el Capitalismo, el capitalista decide a quién le va a confiar su propio capital.

No son en absoluto decisivas las opiniones de los gerentes de sociedades de accionistas respecto a las perspectivas futuras de sus empresas y las esperanzas de los programadores acerca de las posibilidades de ganancias de sus planes.

Lo que decide es el mecanismo del mercado del dinero y del mercado de capitales. De hecho, ésa es su principal función: servir al sistema económico en conjunto, juzgar las posibilidades de ganancias de diferentes alternativas y no obedecer ciegamente lo que proponen los gerentes de determinadas empresas, limitados por el estrecho horizonte de sus propias empresas.

Para comprender bien esto es esencial reconocer que el capitalista no solamente invierte su capital en aquellas empresas que ofrecen un alto interés o buenas ganancias; también trata de alcanzar un equilibrio entre sus deseos de ganancias y su riesgo de pérdidas. Tiene que tener visión. Si no la tiene, sufre pérdidas, pérdidas que llevan a que su gerencia sobre los factores de producción sea transferida a manos de otros que sepan medir en forma eficiente los riesgos y perspectivas de la especulación.

Si ha de permanecer socialista, el Estado socialista no puede entregar a otras manos esa gerencia sobre el capital, que permite la expansión de empresas ya existentes, la contracción de otras y la creación de empresas totalmente nuevas. No se puede suponer que los socialistas propondrían seriamente que esa función "simplemente" hiciera lo que los capitalistas y especuladores hacen bajo condiciones capitalistas, con la única diferencia que el producto de su visión no los beneficiaría a ellos sino a su comunidad. Proposiciones de esta índole podrían ser hechas a los gerentes de sociedades de accionistas. En cambio no podrían ser hechas a capitalistas y especuladores, porque ningún socialista discutiría que la función que ejecutan los capitalistas y especuladores bajo el Capitalismo —es decir, dirigir el empleo de los bienes de capital hacia la forma en que satisfagan mejor la demanda del consumidor— sólo la hacen porque los incentiva el preservar su propiedad y lograr ganancias para acrecentarla o, por lo menos, para poder vivir sin descapitalizarse.

De lo expuesto se desprende que la comunidad socialista no tiene otra alternativa que colocar su disponibilidad de capital en manos del Estado, o para ser más exacto, en manos de los hombres que, al detentar la autoridad, llevan los negocios del Estado. Esto significa la eliminación del mercado, que es en realidad la meta fundamental del Socialismo, porque el dominio de la actividad económica por el mercado implica organización de la producción y distribución del producto según las disponibilidades del poder adquisitivo de los miembros individuales de la sociedad que influyen sobre el mercado; es decir, implica precisamente aquello que el Socialismo se ha propuesto eliminar.

Si los socialistas tratan de menospreciar el significado del problema del cálculo económico dentro de la comunidad socialista, aduciendo que las fuerzas del mercado no llevan a arreglos justificables, demuestran simplemente que no entienden el problema. No es cuestión de elegir entre producir cañones o ropas, viviendas o iglesias, lujos o la mera subsistencia. En un orden social, hasta bajo el Socialismo, se puede decidir fácilmente qué clase y qué cantidad de bienes de consumo se deberían producir. Nadie pone esto en duda. Pero una vez que se toma la decisión, persiste el problema de descubrir en qué forma podrían emplearse mejor los medios de producción para producir los bienes en cuestión. Para solucionar dicho problema tiene que existir un cálculo económico, y tal cálculo económico sólo puede efectuarse dentro de una sociedad que está basada en la propiedad de los medios de producción, por medio de precios en dinero para los bienes de producción que salen al mercado. Lo que equivale a decir que tienen que existir precios en dinero para la tierra, para la materia prima, para los productos semifabricados. Tienen que existir salarios en dinero y tasas de interés.

Por lo tanto, la alternativa sigue siendo: socialismo o economía de mercado.

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[i] Ver la crítica de Kelsen, "Staat und Gesellschaft", en Sozialismus ud Staat, (Leipzig, 1923), págs. 11 y siguientes.
[ii] Engels, Herrn Engen Dührings Umwälzung der Wissenschaft, págs. 335 y siguientes Nota del editor: En la edición inglesa, Anti-Dühring: Herrn Eugen Dühring's y su Revolución en la Ciencia, págs. 429 y siguientes
[iii] Marx, Das Kapital, Vol. 1, págs. 5 y siguientes. Nota del Editor: En inglés, ver Marx, Karl. Capital: A Critique of Political Economy. 3 volúmenes. Vol. 1. El Proceso de Producción Capitalista. Traducido de la tercera edición alemana por Samuel Moore y Edward Aveling. Editado por Frederick Engels. Revisado v ampliado de acuerdo a la cuarta edición alemana por Ernest Untermann. Chirago: (Charles H. Kerr & Co., 1906. (Nota: E.ste Volumen I, también reimpreso por Random House como Modern Library Ciant, con las mismas páginas que la edición de Kerr). Vol. I I . The Process of Circulation of Capital. The Process of Capitalist Production as a Whole. Ambos volúmenes U y III fueron traducidos por Ernest Untermann y editados por Frederick Engels. Ambos fueron publicados por el mismo Charles H. Kerr & Co. de Chicago en 1909. En esta nota, págs. 5 y siguientes se refieren a págs. 45 y siguientes en el inglés.
[iv] Ibid., págs. 5 y siguientes. Nota del Editor: págs. 50 y siguientes en la traducción inglesa.
[v] Ibid., págs. 10 y siguientes. Nota del Editor: págs. 55 y siguientes en la traducción inglesa.
[vi] 19 Böhm-Bawerk, Kapital und Kapitalzins, Vol. I, 3ª edic. (lnnsbruck, 1914), pág. 531. Nota del Editor: Bohm-Bawerk, obra en 3 volúmenes en ingles: Böhm-Bawerk, Eugen von Capital and Interest. 3 volúmenes. (South Holland, Illinois: Libertarian Press, 1959). Vol. I. History and Critique of interest Theories. Traducido por George D. Huncke y Hans F. Sennholz.
[vii] 20 Podemos indicar aquí que ya en 1854 Gossen sabía que "sólo a través de la propiedad privada se encuentra la medida para determinar la cantidad de cada bien que convendría producir bajo determinadas condiciones. Por lo tanto, la autoridad central, propuesta por los comunistas, para la distribución de las diversas tareas y para su recompensa, descubriría muy luego que había emprendido un trabajo cuya solución sobrepasa las habilidades del hombre individual". (Gossen. Entwicklung der Gesetze des menschlichen Verkehrs, nueva edición [Berlín, 1889], pág. 231). Pareto (Cours d'Economie Politique, Vol. II, Lausanne, 1897, págs. 364 y siguientes) y Barone (Il Ministro della Produzione nello Stato Colectivista in Giornale degli Economisti, Vol. XXXVII, 1908, págs. 409 y siguientes) no legaron al meollo del asunto. Pierson reconoció, abierta y completamente, el problema en 1902, Ver su Das Wertproblem in der sozialisttichen Gesellschaft (traducción alemana porHayek, Zeitschrift für Volkswirtschaft, New Series, Vol. IV, 1925, págs. 607 y siguientes). Nota del Editor: Tanto el artículo de Barone ("The Ministry of Production in the Collectivist State", págs. 245-290) como el artículo de Pierson ("The Problem of Valué in the Socialist Society", págs. 41-85) están incluidos en el Collectivist Economic Planning, editado por Hayek.
[viii] He discutido brevemente las más importantes réplicas en esos dos ensayos: "Neue Beiträge zum Problem der sozialistischen Wirtscha chnung" (Archiv für SoziWtomfn.se/ifl/>, Vol. LI, págs. 488-500) y "Nene Schriften zum Problem der sozialút Wirtfschaftfirechnung" (Ibid., Vol. LX, págs. 187-190). Nota del Editor: “Nette Beitrage zum Problem der sozialistischen Wirtschaftsrechnting” aparece como apéndice de este libro en la pág. 473. El segundo ensayo mencionado por Mises en esta nota fue publicado en 1928 y no ha sido traducido al inglés. El ensayo era una revisión de la moderna y reciente literatura sobre el cálculo económico bajo el Socialismo.
[ix] Ya no cabe duda dentro de la literatura científica acerca de esto. Ver Max Weber, "Wirtschaft nnd Cesellschaft" (Grundriss der Sozialökonomik, Vol. III), Tübingen, 1922, págs. 45-49; Adolf Weber, "Allgemeine Volkfiwirtschaftslehre", 4a edición, Munich y Leipzig, 1932, Vol. II, págs. 369 y siguientes; Brutzkus, "Die Lehren des Marxismus ira. I.ichte der russischen Revolution", Berlín, 1928, págs. 21 y siguientes; C. A. Verrijn Stuart, "Winstbejag txr.sw hehoeftenbevrediging" (Overdruk Economist, 76, Jaargang Aflevering 1), págs. 18 y siguientes; Pohle-Halm, "Kapitalismus nnd Sozialismns", 4? edición, Berlín, 1931, págs. 237 y siguientes.
[x] Característica de esta rama de la literatura es la obra recientemente publicada de C. Landauer Planwirtschaft und Verkehrswirtschaft" (Munich y Leipzig, 1931). Aquí el autor trata el problema del cálculo económico muy ingenuamente, al principio asegurando que en una sociedad socialista "las empresas individuales... podrían comprarse mutuamente, tal como las empresas capitalistas comercian entre ellas" (pág. 114). Pocas páginas más adelante explica que, "además de esto", el Estado socialista tendrá que "organizar alguna especie de auditoría de control"; el Estado será "el único capaz de hacerlo, porque a diferencia del Capitalismo, controla la producción misma" (pág. 122). Landauer no logra comprender por qué no es permitido sumar y restar cifras de diferentes denominaciones. Un taso así, evidentemente, es imposible de ser auxiliado.


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Nota del autor del blog: La reproducción de este texto se hace sin ánimo de lucro y con fines exclusivamente divulgativos.

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7 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola,

Quizás voy a preguntar una obviedad, pero es que quiero asegurarme

¿Este texto es la traducción del famoso artículo de von Mises de 1920?

¿Lo has traducido tú o existe una traducción al castellano editada en alguna parte?

Un saludo y felicidades por la página :)

Hoyu

capitalismoliberal.foro.st

Alberto Neira dijo...

En efecto, es aquel famoso artículo de Von Mises.

Lo encontre hace mucho en PDF en la red durante una larga jornada de busquedas al tum-tum con el Google. Desgraciadamente no tengo ni idea de donde estaba ubicado el original. No le di importancia.

Creo, no obstante, que se trata de una traducción publicada en la revista "Estudios Públicos", perteneciente al Centro de Estudios Públicos de Santiago de Chile. Es de un numero monográfico titulado "La Escuela Austriaca y el Socialismo". Desconozco la fecha. Por tanto no lo he traducido yo, mas me gustaria, pero si lo he puesto en la red para que lo pueda leer quien quiera.

Todo el texto y las notas son las originales, solo he añadido un titulillo a la primera parte "Cálculo Económico y Economía Capitalista" para diferenciarlo claramente de la segunda parte "La organización de la producción bajo el socialismo" (que si llevaba ese titulo).

PD: Si te interesa mucho te puedo pasar el artículo por correo en formato WORD o PDF.

Alberto Neira dijo...

Si estoy preparando una traducción del ensayo de Bohm Bawerk "Valor,coste y utilidad marginal", basada en la traducción al ingles de George Reisman y que no se cuando terminare. Puede que a finales de esta decada ;)(
Dado que soy un neofito en ingles y economia, y esto lo hago para aprender de ambas cosas.

Saludos liberales.

En esta sección de "Lecturas" ire publicando artículos, conferencias y capítulos de libros que creo tratan de cuestiones básicas del pensamiento liberal. Todas de grandes figuras del liberalismo. Mientras, claro este, nadie me lo joda con el tema de derechos de autor (aunque no creo estar haciendo nada ilegal).

Las entregas no tendrán ni orden lógico ni periodicidad. Seran lecturas de autores que han sido importantes en mis estudios sobre el liberalismo y que me apetezca colgar para que las lean otros. Por ejemplo esta misma de Mises.

Saludos liberales.

Anónimo dijo...

Genial! Siempre quise leermelo, y soy demasiado vago para hacerlo en inglés :)

Pues mi dirección de correo es nazgul125@gmail.com; si pudieras enviarme el pdf te lo agradecería enormemente.

Yo también creo que hay que leer a los clásicos y bohm-bawerk y mises son realmente brillantes. Un autor del que no hay nada publicado en español es de von Wieser, siempre he querido leerme su libro "Natural Value", a ver si Unión Editorial se digna a publicarlo.

Por los derechos de autor no te preocupes que digo yo que ya habrán prescrito xD

Un saludo cordial,

hoyu

Anónimo dijo...

Si no es mucha molestia me gustaría tener a mí también ese PDF.
fcerban@hotmail.com

Gracias por anticipado y muy buena selección de lecturas, te seguiremos con interés.

Alberto Neira dijo...

Gracias.

Os he enviado el texto a ambos en PDF y en Word (que edité yo mismo). Espero los hayáis recibido.

Anónimo dijo...

Alberto, estoy interado en las obras de Bohm Bawerk y Mises. Te agradecería que me enviaras a mi correo, si no es molestia, la traducción que estás haciendo del ensayo de Bohm Bawerk.

Mi correo es luis_niceman@yahoo.es

Saludos y gracias!