Sobre los incidentes, como digo esperables, las imágenes aparecidas en los medios me reafirman en la opinión de que se trataba de niñatos, tanto los que abuchearon a Carrillo como los que respondieron a estos con mas insultos (a alguno lo reconocí de entre los manifestantes frente a las sedes del PP el 13 de marzo), chicos que como yo no han vivido ni la transición, ni la dictadura y que conocen la Guerra y la Dictadura por los libros de historia y lo que le han contado sus abuelos. El germen de la ignorancia y la adhesión incondicional al mito infecta por igual tanto a la extrema derecha como a la extrema izquierda. En general, los adultos parecen reaccionaron mas educadamente y sé de algunos estudiantes que acudieron convencidos que con el acto se homenajeaba la contribución del personaje en la llegada de la democracia, creencia equivocada como le expuse a alguno previamente, pues han sido utilizados al servicio de una operación política de rehabilitación de una visión de la historia de España superada por los hechos conocidos.
Carrillo esta mayor, le falla la vista, se deja llevar por el sentimentalismo propio de esos abueletes que solo quieren verse rodeados de nietecillos asombrados a quienes contar sus historias. Lastima que en su caso sean medias verdades, cuando no mentiras indecentes. No sorprenderá que diga que al 90% del alumnado de la UAM le importa un pito Carrillo y su doctorado. Los alumnos van a clase con la unica idea de sacar un titulo con que presentarse al mercado laboral. No es una critica a mis compañeros, sino una realidad, es mas, puedo asegurar que la mayoría tratan de llevar una vida honrada y justa. Si, en cambio, es responsabilidad del profesorado y responsables universitarios el alto grado de confusión y desorientación del alumnado para encauzar aquellos deseos de justicia. Esto es, al fin y al cabo, no mas que el último eslabón del fracasado sistema educativo de la democracia. Personalmente, Carillo no me interesa lo mas mínimo, no mas allá de su condición de personaje de la historia de España, pero en cuanto a su vigencia respecto de la actualidad nacional, me parace nula. Por no interesarme, ni siquiera me produce emoción alguna las peticiones para que este señor sea juzgado sobre su participación en distintos episodios de la Guerra Civil, no deseo hacer de juez universal en el tiempo y el espacio como Santiago Pedraz o el Tribunal Constitucional (por cierto, que hace el TC emitiendo juicios sobre el alcance de la jurisdicción española, asunto puramente legal y no constitucional). Mis aspiraciones como futuro jurista son mas modestas, básicamente contribuir a que las instituciones y leyes del Estado representen y respeten los principios constitucionales y contribuyan a la convivencia, libertad e igualdad de todos los españoles.
Por ello, lo que me decepciona es que mi “alma mater” se asocie a este tipo de maniobras e incidentes que tan nulo beneficio hace a su imagen como institución difusora del conocimiento. Pero que me decepcione, no quiere decir que me sorprenda, para muestra contare una anécdota que puede ser reveladora de la decadencia moral de la universidad española. El curso pasado fue inaugurado el edificio de Ciencias Económicas, Políticas y de la Administración, anexo a la Facultad de Derecho. En el salón de entrada uno encuentra respectivas placas en honor de los Príncipes de Asturias, del arquitecto y del constructor. A nadie se le ocurrió aprovechar la ocasión poner una placa o el nombre de un aula a Sara Encinas Soriano compañera de esta facultad asesinada el 11 de marzo como otras casi 200 personas. Cuando, con motivo del 1er aniversario de la masacre se convocó una concentración en el campus de la universidad para guardar silencio en su memoria y de las otras 2 victimas de nuestra Universidad (Alberto Arenas Barroso y John Jairo Ramírez Bedoya), me negué a asistir al mismo. Ante la pregunta de algunos compañeros del porque de mi actitud, respondí lo que acabo de comentar, y añadí que este tipo de actos públicos con el fin de hacerse la foto se lo podían meter por donde el lector imagina.
Para terminar, la Universidad podía haberle concedido a Carrillo una cátedra honorífica, o una plaquita, cosa que le han negado a Sara, pero esto necesitaría la concurrencia del departamento y de la facultad correspondiente, algo muy difícil. Sin embargo el doctorado pasa por el rectorado, autentico Gran Hermano de la Facultad, y el Claustro, apisonadora de cualquier medida en pos de la libertad o la reforma de la Universidad.
Quede dicho.
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