FALSA INFERENCIA: NACION + AUTOGOBIERNO = ESTADO CATALAN.
La primera parte de mi análisis se centrara en la pretensión nacionalista de constituir una comunidad política independiente de la española y que parte de una serie de consideraciones erróneas sobre términos como soberanía, nación o autogobierno. El Preámbulo presenta la comunidad catalana como una realidad histórica autogobernada encarnada en una institución, la Generalidad o Generalitat, existente desde hace siglos, la cual representaría las aspiraciones nacionales e independentistas de Cataluña. Sin, como digo, entrar a valorar lo certero o no de esta apreciación histórica, si diré que en ningún caso puede inferirse que de la Generalitat como institución de autogobierno, la constitución de Cataluña como comunidad política independiente de España. Que una región de un país posea instituciones de autogobierno no le confiere naturaleza política independiente. Por otro lado, el Preámbulo se reafirma en el carácter de nación de Cataluña, ignorando que de la condición de nación no se deriva, tampoco, la existencia de una comunidad política independiente, ni siquiera la existencia o reclamación de instituciones propias, como lo demuestra el número de pueblos que se denominan nación en el mundo sin constituir ni Estado ni una realidad histórica separada del país en que se integran. En resumen, de los conceptos de nación y autogobierno no se infiere Estado o comunidad política independiente. Y, tampoco, la declaración de nación implica autogobierno y viceversa.
¿Entonces a que sé esta refiriendo en realidad el nacionalismo cuando habla de autogobierno y nación? No a lo que tradicionalmente se ha entendido por ambas en la Ciencia política. A lo que se refiere es a una determinada concepción que tienen algunos individuos de la realidad social e histórica de Cataluña y que se articula como un concreto proyecto político, el nacionalismo. Nación en realidad, no es mas que un sentimiento, por mucho que se acompañe de una compleja articulación intelectual, y siempre lo ha sido así. Una comunidad política es nación en la medida que sus miembros se sienten como tal. Como cualquier sentimiento, el sentimiento nacional no es suficiente para constituir una constitución u orden jurídico-político propios, de ser así, la democracia consistiría en imponer mediante formulas mayoritarias los sentimientos de una parte de población o de una determinada elite política. Como señalaba Santo Tomas esto no es democracia sino demagogia. Pretender hacer derivar el nuevo Estatuto catalán de los conceptos de nación o autogobierno como si de verdades axiomáticas se tratara es ocultar que de lo que sé esta hablando en realidad es de un determinado proyecto político particular que lleva irremediablemente a la independencia (pues la asume como resultado final sea a corto o largo plazo) y a la destrucción de España como sujeto político. Este Estatuto no es mas que la manifestación de un sentimiento no de una realidad incuestionable. Esto, también, nos indica una cosa, que el proyecto nacional catalán es indemostrable fácticamente, que es lo que parece pretender la redacción del Preámbulo.
LA AUSENCIA DE LEGITIMIDAD Y LEGITIMACIÓN DEL PROYECTO NACIONALISTA
Habiendo expuesto porque cualquier visión de Cataluña ha de provenir de la realidad fáctica y no del mundo de las ideas, la defensa del proyecto nacionalista debe de ajustarse a los postulados más básicos del parlamentarismo liberal: búsqueda del consenso por parte de la mayoría del momento, oposición responsable, consenso dentro de los principios constitucionales (que son el consenso previo del que parten los demás consensos) y tolerancia hacia las opiniones de las minorías (tolerancia que significa no persecución o censura de las mismas, no la asunción por la mayoría para mayor corrección o conveniencia política). Ahora ya podemos entrar a analizar dos conceptos claves (estos sí son axiomáticos) del cualquier proyecto político en una democracia liberal: legitimidad y legitimación.
La “legitimidad” deriva de la actitud que manifiesta el proyecto político respecto de aquellos que no lo comparten. La legitimidad es fácticamente demostrable en la medida en que la consecución de los objetivos propuestos (en ese caso nacionalistas) supone la negación de los principios constitucionales básicos para la convivencia y el aparcamiento de la vida publica de una parte de la ciudadanía. Como bien se encargan de señalar los partidarios de las tesis nacionales aquel que no comparte sus postulados es anticatalán e incluso anticatalanista. No es tan diferente de las acusaciones de antirrepublicanismo que se hacia de gran parte de la sociedad y clase política durante los años previos a la Guerra Civil. Aun menos diferente de la calificación de antiespañola que se hacia de la oposición a la dictadura franquista. Esto es, si cabe, más relevante cuando observamos que la oposición al proyecto nacionalista no niega ni castiga el sentimiento nacionalista de parte de la sociedad catalana (son libres de creer lo que quieran) ni su autogobierno (que ya se reconoce en la Constitución de 1978). A lo que se opone es a la consideración de verdad axiomática de ese sentimiento que sirva de excusa para un proyecto totalitario. Es por ello que se trata de un proyecto político ilegitimo.
La “legitimación”, por su parte, esta relacionada con la reacción que la ciudadanía, a la que dice representar, manifiesta hacia dicho proyecto nacionalista, no hacia el sentimiento nacional o los deseos de autogobierno, sino al hecho mismo de convertirlos en base intelectual de un proyecto secesionista. Tal legitimación también es deducible fácticamente de forma sencilla, sobre todo si recurrimos al apoyo popular exteriorizado por los catalanes como a su tramitación y aprobación en las instituciones de Cataluña. Respecto a lo primero, muy poco entusiasmo despertaba en la ciudadanía, pues hasta escasos días de su aprobación las encuestas señalaban como solo un 4% de catalanes consideraba el nuevo Estatuto como algo prioritario dentro de sus preocupaciones cotidianas. La tramitación además ha sido uno de los peores ejemplos de organicismo democrático, un texto construido desde las instituciones sin participación directa de la sociedad civil ni publicidad, en la línea de la Seudo-Constitución Europea. Es un proyecto no legitimado.
Pretender que legitimidad y legitimación son separables o relativizables dice muy poco de los promotores de este Estatuto y de su calidad democrática. Intente el lector derivar ambas cualidades de los proyectos nazi o soviético. Imposible. Intenten derivarlos de la Constitución de 1978, no creo que en esto se le pueda poner pega alguna. En cuanto al nuevo Estatuto Catalán, de ninguna manera.
Alguien podría decir que todo proyecto nacionalista acaba rompiendo con los compromisos de legitimidad ética y legitimación popular. Estoy de acuerdo. Como el nacionalismo no puede pasar de simple sentimiento a acción publica sin convertirse en antidemocrático, el único proyecto político que a la larga es compatible con principios constitucionales liberales es el de un sano autonomismo que no ponga en cuestión los elementos claves de convivencia entre españoles y que se limite a discutir sobre como mejorar el autogobierno dentro de aquellos parámetros.
BURDO INTENTO DE TRASCENDENCIA HISTORICA
La falta de ambas exigencias, legitimidad y legitimación, acaba impregnando la pretensión nacionalista de dotar a su proyecto de un aura de suceso de trascendencia histórica. El Preámbulo en su redacción pasa por ser un intento (burdo) de reproducción de tradiciones constitucionales como la de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América con resultados mas que desastrosos. Ese deseo de hacer historia ignora que toda construcción o reforma nacional pasa por la comparación son su situación inmediatamente anterior. Cataluña se construye con este Estatuto como realidad nacional hacia el futuro, el motivo es que no puede soportar la comparación con su más directo antecedente y con la realidad social que niega sistemáticamente. Como no puede existir historia sin pasado, no puede pretenderse ser nación si hasta se ignora el más inmediato presente. A los colonos norteamericanos les resultó fácil esta construcción sin pasado, porque realmente no lo tenían, al provenir de naciones y tradiciones tan distintas pudieron edificar una sociedad nueva. Cataluña no es una realidad de ahora mismo (no es de hecho lo que proclaman los nacionalistas) así que su petición autodeterminación no puede aislarse de la realidad que pretende representar.
Además, toda construcción o reconstrucción nacional trata de romper con elementos del pasado inmediato que se han convertido en obstáculo para su mismo progreso. Esa fue la razón de ser de las revoluciones liberales frente al Antiguo Régimen. También es el significado de la Constitución de 1978. En el caso catalán, en cambio, estamos ante una involución del pensamiento constitucional. Estamos ante una vuelva a modelos desfasados en lo político y lo social. Estamos ante un modelo que ni siquiera proviene del pueblo y que ignora la realidad que éste ha ido construyendo durante 25 años de democracia (a pesar del predominio de gobiernos y políticas nacionalistas). Estamos ante un proyecto con tufo a Carta Otorgada medieval, donde la realidad nacional es producto de la clase política y no la sociedad, y esta promovida por partidarios del peor despotismo ilustrado, que tiene mucho de lo primero, pero muy poco de lo segundo.
ESTRUCTURA TERRITORIAL Y ESQUIZOFRENIA EN LA IDENTIDAD NACIONAL. EL VALLE DE ARAN
Una última consideración haré, esta vez, sobre la estructura territorial catalana y las tremendas paradojas que presenta. Como el discurso nacionalista es solo argumentable respecto a la relación con España y por tanto intrasladable ha nivel interno de Cataluña, el Estatuto se encarga de hacer desaparecer cualquier ente político que pueda poner en duda la unidad nacional catalana. Lo primero es hacer desaparecer las provincias catalanas, las cuales eran previas a la constitución de Cataluña como Comunidad Autónoma. En su lugar crea las verguerias y comarcas cuyo establecimiento dependerá de la decisión del Parlamento de Cataluña. No vaya a ser que alguna de las provincias tradicionales pidiera su reingreso en España, tal y como ocurre en el País Vasco con Álava.
Mas sorprendente resulta el caso concreto del Valle de Aran. Aparte de que su “autonomía” y fundamentación histórica adolece de los mismos defectos que la construcción nacional catalana, no puede no llamar la atención que los nacionalistas catalanes hayan reproducido el mismo modelo que, según ellos, ha impedido un correcto desarrollo de Cataluña como nación. Pero es que siendo fieles al discurso nacionalista, el futuro de los Araneses depende exclusivamente de los sentimientos de estos, que pueden plasmarse en un proyecto político tan nacionalista como el catalán. No seria malo este proceso de atomización política si terminara en los individuos y sus derechos inalienables, pero como, en el sentimiento nacionalista, siempre ha primado la autodeterminación colectiva sobre la individual, poco bueno podemos esperar tanto para los araneses en particular como para los catalanes en general.
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