En la primera parte de esta Respuesta a Savater me detuve en corregir las afirmaciones del filosofo sobre el Papa Pío VI, un nuevo vistazo me señala algún detalle erróneo más, aunque sea superficial, por ejemplo, en la datación de la Rerum Novarum, en 1888 cuando el año correcto es 1891, espero que se trate de un nuevo error de transcripción. No desarrollaré, sin embargo, una respuesta a la valoración que hace de toda la "doctrina social" de la Iglesia católica, me parece una perdida de tiempo y desviaría nuestra atención del resto del artículo y de la "propuesta" del filosofo, pero le recomiendo que lea y estudie los textos en su contexto histórico.
2. ¿Qué es la laicidad?.
Modelo de relaciones religión/ Estado, e iglesias/Estado.
Savater define la laicidad como “(...) el reconocimiento de la autonomía de lo político y civil respecto de lo religioso, la separación entre la esfera terrenal de aprendizajes, normas y garantías que todos debemos compartir y el ámbito de lo intimo (aunque públicamente exteriorizable a titulo particular) de las creencias de cada cual (...)”. Analicemos esta definición según la cual separar lo civil y lo espiritual supone una doble “liberación” tanto para la política como para las iglesias:
En primer lugar una liberación para la política que evitaría la “tentación teocrática”. Lo cierto es que la ausencia de la religión en la esfera política no impide que las Iglesias controlen los Estados, que controlen las instituciones civiles, ni siquiera que impongan sus leyes a los particulares; puede darse que las iglesias mediante recursos económicos o personales decidan sobre políticas civiles que mas le convengan tengan o no un trasfondo religioso o trascendente. La separación Iglesia-Estado es ante todo física, no deben confundirse ambas instituciones ni sus miembros, ni ponerse una al servicio de la otra. Es la Iglesia /iglesias quienes desaparecen de las instituciones publicas, no la religiones que representan, y así lo expresaba el propio Pío VI al terminar su Carta recordando el compromiso de la Iglesia con la separación entre lo civil y lo espiritual escribiendo que no es su pretensión “atacar las leyes civiles”.
En segundo lugar, según Savater, se produce una liberación para las Iglesias, eliminando la política de sus asuntos internos -buen recordatorio de cuando la Iglesia cristiana era una de las ciudades estado más poderosas de Europa y lo que aquello supuso para su credibilidad- pues lo contrario la alejaría de los asuntos teológicos-morales y de la transmisión de las enseñanzas a sus fieles. Savater pretende ignorar que dicha actividad teológico-moral genera opiniones legitimas en los creyentes sobre los asuntos públicos. Pretende que las iglesias y los representantes de la sociedad civil no puedan coincidir en la defensa de unos valores que consideren comunes, por encima de las creencias particulares de cada uno de sus representantes y miembros. Curioso concepto de sociedad civil es este, en el que las creencias particulares no puedan conformar opinión publica, solo opinión individual y por tanto inútil en una sociedad democrática donde lo que cuenta es la conjunción de voces. Las iglesias defienden creencias religiosas, las cuales nunca son comparables a las creencias u opiniones civiles -parece querer decir Savater- salvo, claro esta, que coincidan, entonces las segundas quedan invalidadas como opinión publica.
También comenta un segundo efecto: liberar a los creyentes de las persecuciones políticas. Esto, en la practica, supone invalidar a las Iglesias o confesiones como guardianes éticos de la sociedad, enseñanza que no aplicaba a sí mismo cuando reclamaba del clero vasco mayor determinación en contra del nacionalismo. Las iglesias arrinconadas en templos y casas particulares son un sabio modelo para los misioneros y monjas quienes, día tras día, se juegan el pellejo ejerciendo la condición en zonas repletas de violencia, guerra y miseria.
Estado ateo. Creyentes laicos
Savater aclara que su concepto de laicidad asegura un buen Estado y no contempla la posibilidad de un “Estado ateo” que dice preocupa a cierto prelado español, al cual no menciona por su nombre, ni dice a que congregación pertenece, desconozco el motivo. La expresión se las trae, porque, ¿que es un Estado ateo?. Para un liberal todo Estado es ateo, no tiene mas Dios que el mismo, y como carece de conciencia y de moral es un Dios ciego. El problema se encuentra en si dejaremos que el Estado, siempre ateo, crezca hasta convertirse en criminal, como lo fue, el más ateo de los Estados de la historia, el soviético. La ausencia total de la religión del debate publico supone la desaparición de un contrapoder importante para el Estado y por tanto es malo para la libertad. El Estado se convierte en el único Dios, terrible por poseer el monopolio de la fuerza y, ahora, también, de la moral publica, dentro de un territorio.
En cualquier caso, para el filosofo, el laicismo, dice, conviene a las propias iglesias y así lo vieron algunos ilustres creyentes como por ejemplo el promotor de la escuela laica Ferdinad Buisson. Buisson, mas haya de su condición protestante, fue famoso por su condición de socialista, ideólogo y ejecutor de la política educativa de la IIIª República Francesa –en desarrollo del programa anticlerical que denunciaba Pío VI en la época de la Revolución-, República la cual colaboró activamente en el inicio de 3 sangrientas guerras, la franco-alemana de 1890 y las dos Guerras Mundiales, en la Segunda rindiéndose moral y físicamente ante Hitler. Por cierto, el francés y Ludwig Quidde, historiador alemán, recibieron, de manera conjunta, el "Nobel de la Paz" en 1927, pudiendo considerarlos como los ideólogos del movimiento pacifista internacional que inspiro la política del apaciguamiento del periodo de Entre-guerras. Cito estos datos para que vayamos aumentando la lista de sujetos prescindibles de presentar como modelos históricos, que no siempre van a ser los pobrecitos Marx y Engels responsables de todo. Savater no menciona estos datos, ni siquiera la nacionalidad francesa de Buisson (tal vez advertido por los recientes acontecimientos en nuestro vecino país, que recomiendan ser cauto a la hora de situarlo como ejemplo de políticas sociales). No sé si es correcto definir a Francia como un Estado ateo -algo que Savater considera imposible de existir-, pero si podemos aventurar que su laicismo positivo no esta dando buenos resultados.
Conclusión.
A Savater no le preocupa la relación entre Iglesia (iglesias) y Estado -cuya separación es regla general desde hace por lo menos 2 siglos- lo que le preocupa realmente es la alteración de la ficticia división entre religión como moral privada y política como moral publica. Inhabilita unas creencias, las religiosas, y, en particular, las de la religión cristiana, como elementos conformadores de esa moral publica, ignorando que no constituyen simples colecciones de dogmas de fe, sino también filosofía moral y doctrina social, es decir, autenticas Teorías de la Justicia, tan legitimas como cualquier otra en una sociedad democrática como la que dice defender. Su laicismo se resume en hacer desaparecer la religión del debate publico.
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